martes, 12 de febrero de 2008

Microrelatos




I - La enfermedad del olvido


Cojeando me esforcé por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo.
Las profesoras estaban en la puerta con sus batas blancas.
- "Vamos que no tenemos todo el día"- decía la más vieja.
Me costaba andar. Pedro me había dado una patada jugando al fútbol. Si no hubieran tocado ese pito para llamarnos a clase hubiera metido el gol. Miré hacia la reja, desde la calle una mujer y dos niñas me miraban. Me saludaron con la mano y yo les devolví el saludo aunque no las conocía. "Que extraña es la gente" - pensé.
La profesora me cogió del brazo.
- "Venga, Luís tu hija y tus nietas volverán mañana".




II- El niño que llevaba dentro


Cojeando me esforcé por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo.
Mis compañeros gritaban cada vez más lejos. María se había dejado la muñeca. Miré atrás y vi en un banco a dos ancianos mirándome. Recordé a mi abuelo sentado junto a las gallinas y a mi abuela llamándome a comer. Los árboles comenzaron a mover sus brazos. El parque pronto fue un colchón de hojas secas. Miré la fila y corrí cuanto pude. Tropecé. La muñeca de trapo amortiguo el golpe. Mi hija se enfadó cuando me vio en el suelo. Papá, ¿cuántas veces te he dicho que no corras? ya no eres un niño. Abrazado a la muñeca, sonreí.


III - El móvil del crimen


Cojeando me esforcé por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo.
Entré en el aula cuando ya todos estaban sentados. Me miraban con esa cara de inocencia insolente que sólo tienen los que no temen a nada. Ana, la profesora en prácticas, entró más tarde.
Recoge todos los móviles y ponlos sobre mi mesa – le dije.
Uno a uno, fueron entregándolos.
Será una cuestión de tiempo que vea los vídeos que habéis grabado y sepa que manitas inocentes me han hecho rodar por las escaleras – les advertí.
Una niña se levantó y dijo: “no puede mirar nuestros móviles, se le llama violación a la intimidad”.

Ilustración Jim Houser

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