miércoles, 7 de julio de 2010

Penúltimas voluntades


Pintura de Joel Mestre


Mi vecina suspira encerrada en una triste jaula que nadie ve. Una celda de pastillas. Es un calabozo de construcción barroca, desde el que cree que verá por última vez el cielo. O así se lo hace creer a mi vecino, que es muy joven y viene de muy lejos.
Para acceder a mí vecina hay que seguir un itinerario secreto que está dentro de un palacio pakistaní.
Una vez allí hay que perseguir las ondas de sus suspiros, que como escribía Bécquer, son aire y van al aire. Y después hay que coger el bajel que se haya anclado en la orilla. Y esperar a que suba la marea de sus lágrimas, que como las del verso, son agua y van al mar.
El poeta acabaría con ella, como acabó el verso:
"Dime vecina, cuando el amor se olvida. ¿Sabes, tú adónde va?"