jueves, 4 de diciembre de 2008

Transeúntes



Ilustración Sonia Pulido

Caminaban sin rumbo fijo, deambulaban las calles conversando, creyendo recuperar todo el tiempo que se habían perdido. Él le hablaba de Hofstadter, el hombre que se había definido como pilingüe, entendido en 3’14159…idiomas. Ella más prosaica se burlaba cariñosa de lo que escuchaba mientras arreglaba su falda de Armani y contoneaba al mismo tiempo sus caderas.
“Gódel, Escher y Bach, un eterno y grácil bucle”... - proseguía él.
La ciudad cambiaba de aspecto. Se engalanaba para las nuevas elecciones. El mercado transformaba sus columnas y rehabilitaba sus dos pisos de altura. Frente a la verja metálica detuvieron sus pasos. Ella le incitó a pasar, después de leer el cartel de “prohibido el paso a personal no autorizado”. Ambos entraron con naturalidad y fueron deteniéndose en los múltiples socavones que allí encontraron. Montañas de arenilla flanqueadas por ladrillos rojizos, palas y escavadoras.
La conversación se hizo más crítica. Él le hablaba de la arquitectura sostenible. Ella de la mala elección de colores y la terrible distribución del espacio.

- Perdonen ¿Quiénes son ustedes? - dijo una voz vestida con mono de obrero.

Él la miró a ella. ¿Quién somos, de dónde venimos, adónde vamos?...
Cuando se disponía a contestar con una de sus innumerables teorías sobre el origen del hombre, ella se adelantó, con voz engolada y segura dijo:
- Transeúntes, somos transeúntes.

El obrero les miró fijamente. Sin lugar a dudas pensó que se trataba de dos técnicos de alto grado que revisaban las obras. Displicente, sonrío y se disculpo.

- Sigan con su trabajo señores. No les molesto más. Si necesitan cualquier cosa no duden en hacérmelo saber.

Ella le miró orgullosa y se rió. Tras salvar la situación, estiró su blusa de Kenzo y limpió el polvo de sus zapatos Camper.

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