jueves, 16 de febrero de 2012

La creación



Ilustración de Nicoletta Ceccoli

Se descarga la mochila y la deja resbalar por la espalda. El avión de papel ha tardado menos de lo previsto en llegar. Sus hélices no se han detenido, y en cuanto ella ha puesto los pies en tierra el aeroplano ha vuelto a despegar. La pista está cubierta de polvos de talco, cualquiera juraría que es un folio.

Antes de comenzar el viaje ha recibido un mensaje cifrado y secreto. Las instrucciones son: paciencia. Debe esperar.

Al principio no le resulta difícil. Cuenta las puntas de sus dedos, primero las de las manos, más tarde las de los pies. Vuelve a contar las de las manos. Se descuenta. Comienza entonces con los de los pies. Y así durante un buen rato. Pero pronto se aburre. Entonces coge la punta de su bufanda y hace círculos. Uno de los flecos cae y dibuja en el suelo una pequeña línea roja. Se levanta y se pone a jugar con ella. La salta a la derecha y luego a la izquierda. Después la toma por las puntas, la derecha en la mano derecha y la izquierda en la izquierda y salta a la comba. La agitación dibuja inmensas olas en los polvos de talco. Ella no se detiene, acaba de dibujarse un océano. Un pez blanco aparece, da una pirueta y vuelve a sumergirse.

Baja del columpio y con la cuerda roja construye unos prismáticos. Los coloca en sus ojos y espera ver un pez más. Pero por mucho que espera no lo ve.

Se le ocurre algo. Se acerca a una de las esquinas de la pista y la levanta. Saca unas tijeras del bolsillo y arma un columpio. Ata la cuerda roja en él. Se sienta y se balancea. El tiempo sigue pasando y allí no aparece nadie. Inquieta camina en línea recta hasta el otro lado de la pista. Levanta la esquina que encuentra y como si fuera una manzana le da un gran bocado. Aparece entonces una cadena montañosa. A saltos la recorre de una cima a otra. Pero le parece demasiado sencillo. Conquistadas todas las cumbres pierde el interés. Decide marcharse al centro de la pista. Ata la cuerda en la mitad y estira con todas sus fuerzas. Así crea una montaña muy alta. !Necesitará bastante tiempo para subirla! Piensa que para cuando descienda ya habrán pasado a por ella. Pero cuando lo hace, se da cuenta de que allí abajo no hay nadie. Bueno, aún le quedan un par de esquinas. Se acerca a la tercera y encuentra una sorpresa, descubre que empieza a estar enfadada. Le aburre esperar. Esculpe un árbol y trepa a sus ramas. En cada una de ellas encuentra un reproche. Esto empieza a no gustarle.

Ve la única esquina virgen que le queda y con el ceño fruncido la mira pensativa. De un salto va hacia ella. Recorta un rombo. Regresa al árbol y corta cuatro ramas. Las envuelve con el rombo y ata como cola la cuerda roja. La cometa se mantiene inmóvil. Cada vez está más nerviosa y eso agita su respiración, ésta se transforma en viento y éste vuela la cometa con ella cogida a la cola. Comienza a elevarse sobre la pista. Y sube muy alto. Mira hacia abajo y se da cuenta de que el vacío de la pista ya no parece tan vacío. Ahora hay un océano, un columpio, una cadena montañosa, una gran montaña y un árbol. Fija más la vista y ve a una mujer vestida de blanco que se acerca a su mochila. Debe ser la persona a la que espera. Grita para llamar su atención. Pero las nubes amortiguan el sonido y lo hacen inaudible. La mujer de blanco mira a su alrededor y comienza a esperar. Mira las puntas de los dedos de su mano y comienza a contar. Una, dos, tres…pero se cansa.


3 comentarios:

Criso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Criso dijo...

Interesante

Lu dijo...

Has convertido tu genio en papiroflexia!