lunes, 14 de septiembre de 2009

Las confidencias de mi salón.





Ilustración de Citlalinushka Mirnanovka
http://citlalindedibujo.blogspot.com

Nadie pregunta nunca nada a los muebles, esos testigos que silenciosos presencian los grandes secretos y claves de nuestras vidas. Hay algo de cotidiano en esos objetos, algo que termina por hacerlos invisibles y sin embargo, presencian tantos acontecimientos importantes. Aprender a escuchar a esos espías mimetizados con nuestras casas fue todo un descubrimiento. Al principio, fue mi secreto, pensé que era un don que poseía y me diferenciaba. No tardé en saber que eran muchos los que como yo podían hacerlo. Viví con relojes de pared que jugaban a parar sus manecillas cuando los mirabas, como si pretendieran jugar con uno a los pies quietos. Con mesas que jugaban al tres en raya o sillas que corrían por llegar a la meta en una pista de atletismo. Charlé con butacas aficionadas al ajedrez que me descubrieron lejanas tierras y fabulosas aventuras. Saber de la vida de los muebles hizo que tomara la costumbre de sacar las sillas a la playa para que vieran el mar y tostaran sus maderas al sol. Llevé a las mesas a hacer deporte, a visitar museos, a hacer graffiti en calles escondidas. Les conté de mis amores, mis miedos y mis enfados. Y compartimos sus secretos y mis silencios. Ahora al entrar en casa es fácil no sentirse solo. Basta con apoyar sobre los muebles el oído y esperar, como el que se acerca una caracola en la playa para escuchar el mar.

1 comentario:

Citlalinushka dijo...

me gusta así, con las mesas deportistas.