jueves, 30 de abril de 2009

A veces es mejor seguir durmiendo

Gerda Taro fotografiada por Robert Capa


“Creía que eras una mujer con sentido común pero eres como todas las demás. Te atontas cuando un hombre te ofrece la luna y en cambio, él se lleva todo cuanto tú le das. No, no te preocupes querida, no es culpa tuya, debías saber que estaba escrito. Has elegido como tenías que elegir, has escogido la vida y así debe ser pase lo que pase. He decidido marcharme Lucía, yo ya no puedo ayudarte, sólo serviría para destruir cualquier ocasión que se te presente de ser feliz. Debes tomar el timón de tu propia vida entre los vivos. Y aunque encuentres tormentas o calmas, arribarás a algún puerto al final.
Lucía escúchame has estado soñando, soñaste que un capitán de barco se te aparecía, soñaste que hablaste con él y con un libro que escribisteis juntos, pero fuiste tú la única que escribiste ese libro, no te ayudó nadie. La idea del libro te la dio esta casa, ese retrato que está colgado de la pared, el ambiente que te rodea. Ha sido un sueño Lucía. Y mañana y todos los días de tu vida recordarás este sueño, que acabará como acaban todos los sueños, al despertar.
Como te hubiera gustado el Cabo Norte y los Fiordos al sol de medianoche, cruzar los arrecifes de Barbados, donde el agua azul se vuelve verde, las Fairklands, donde la galerna del sur hace que el mar se ponga blanco de espuma. Cuántas cosas nos perdimos Lucía. Cuántas cosas nos perdimos. Adiós mi amor.”

“The Gosth and The Mrs Muir, 1947”
JOSEPH L. MANKIEWICZ

Guión Philip Dunne, según novela de R. A Dick

Se presenta como una dulce obsesión, una inquietud que llena de zozobra cada uno de los parsimoniosos movimientos de mi respiración, exhalar, inhalar, exhalar, inhalar… Así llega el dolor, que sorprendido, se transforma por un instante en felicidad y desaparece para reaparecer con igual o mayor intensidad.
Como un fantasma que vaga por mi sistema nervioso, mira los objetos que hay a su alrededor y los observa envejecer. Me pregunto si ese dolor es el mismo que el de hace años, meses, días. Recuerdo esa pregunta sincera que se hizo Schopenhauer, ¿era la golondrina de ese verano la misma que la del primer verano? ¿Ocurría entre ellas el milagro de sacar algo de la nada y era eso burlado por la aniquilación absoluta? Decía el filósofo en “El mundo como voluntad y representación” que aquel que le oyera asegurar que ese gato que estaba jugando allí, era el mismo que brincaba y que atravesaba ese lugar hace trescientos años, le consideraría un loco, pero locura más extraña era imaginar que era otro.


Aparecen esos hombres, ataviados todos ellos con sombreros y hablan entre si murmurando. Parecen creer que su verdad lo salvará todo de la ruina.
Soy elevado por un tornado de ideas que alza mis pies del suelo, que los eleva de un modo mágico y en ese vuelo me dejo llevar por el sueño. Por un sueño que como una matriuska esconde otro sueño y ese a su vez otro y así sucesivamente. Y los hombres con sombrero descubren sus cerebros y en ellos veo un laberinto confuso que esconde una fiera mortífera, la arrogancia.

No hay comentarios: