
Y se vistieron para la misa de 12. Vamos se está haciendo tarde, le dijo ella mientras él miraba paralizado hacia la puerta. Las campanas tañeron con fuerza y se escuchó el ladrido de un perro. ¿Por qué andas tan lento? preguntó enfadada. El hombre presentía su muerte aquella mañana en la iglesia. La madera, el olor a incienso. El cura introdujo la neula en su boca y un sabor amargo invadió su lengua. Angustiado buscó los ojos de su esposa para despedirse y los encontró en los del sacerdote. Si ya lo sabía yo, se dijo, al bar, Manolo al bar.
Ilustración Gabriel Pacheco