viernes, 26 de diciembre de 2008

Un funeral en el cerebro


Ilustración de Cristina Quiles

"No deberíamos someternos jamás a las ideas del grupo. No se puede ser ese insecto clavado en un corcho con una agujita y una etiqueta debajo."


Wislawa Szymborska


Abrió los ojos y se sintió cansada. Con los años aquellas horas que se suponían reparadoras se habían convertido en momentos de duermevela, de sueño ligero y agotador. Bajó las escaleras con cuidado de no resbalar. La pendiente de las mismas era casi peor que una pesadilla en mitad de la soledad. Colocó sus pies dentro de las babuchas que la esperaban al final de los peldaños, entró al baño y se sentó a la espera. Recordó que alguien hacia años le había recomendado la lectura de un relato perteneciente a Bernardo Atxaga. Durante esos años el libro la había perseguido, había lucido tentador en las estanterías de todas las librerías que visitaba, lo había visto apilado en columnas, saliendo curioso en las estanterías, en las manos de algún lector de ojos ávidos y bajo cárteles que anunciaban su oferta. Pero había preferido mantener con ella aquel título como algo pendiente. Hacer de esa manera que algo inacabado la acompañara en su triste camino solitario. Había esperado que llegara su verdadero tiempo. El tiempo en el que recorrer con la mirada cada palabra y descubrir tal vez el porque de dicha recomendación. Sentada en el frío mármol del retrete decidió que ese momento había llegado. Fue en la página 311 en la que encontró aquello que ella creía un mensaje cifrado. Y que realmente no fue más que un verdadero deleite literario. Un original texto que le abría las ganas de escribir, de seguir leyendo. Y así lo hizo y así lo encontró. Era inevitable continuar la lectura. La última frase del cuento le empujaba a uno a saltar al siguiente de un modo inevitable. Como el que perseguido por un terrible mal se encuentra al borde de un precipicio desde el cual logra ver el agua. Y aunque la duda le arañe las entrañas decide saltar con la esperanza de encontrar abajo algo mejor que lo que le acecha arriba. Y así fue que halló lo que deseaba en la página 327. Y pensó con fuerza en el título como intentando llevarlo hasta la mente de aquel que le había recomendado la lectura. Confiando en que también él hubiera llegado a este segundo cuento, pues en él ella había encerrado su mensaje cifrado.

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