viernes, 3 de octubre de 2008

Microcrímenes


El asesino se vistió de negro para inculpar a su sombra.

El asesino no encontró ninguna excusa para no matarla.

Le preguntaron al asesino, que tres cosas se llevaría a una isla desierta. El homicida permaneció inmóvil, mirando al suelo. Pasado un tiempo contestó me llevaría... pero para entonces el inspector había muerto.

La bolsa cayó y asfixió a los economistas.

Tras reconstruir veinte veces el asesinato, el inspector dio con el móvil, pero tuvo que deshacerse de veinte cadáveres.

La mató de risa y se puso a llorar.

Ilustración Xavier Salomó

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