ilustración Gustavo Aimar
Me doy cuenta de que ya echo de menos a mi ex mujer y a mis hijas.
Mal momento, pienso. Ella está en la cama, esperándome. Desabrocho torpemente mi camisa. Recuerdo aquella vez que las niñas… ¡no! – me digo.
Bajo mis pantalones. Vuelvo a oírlas.
- “Papá, vamos a llegar tarde”.
La miro, esquivando mi pensamiento. Su cuerpo es perfecto.
- “Mamá dice que espera con Sandra en el coche”.
Se va a dar cuenta de que pienso en otra cosa. No puedo evitarlo. La miro a los ojos y le digo: ¿Sandra dejaste a propósito tu pulsera en mi coche?
No responde. Siete años de matrimonio por dos meses de polvos. No me salen las cuentas.
Mal momento, pienso. Ella está en la cama, esperándome. Desabrocho torpemente mi camisa. Recuerdo aquella vez que las niñas… ¡no! – me digo.
Bajo mis pantalones. Vuelvo a oírlas.
- “Papá, vamos a llegar tarde”.
La miro, esquivando mi pensamiento. Su cuerpo es perfecto.
- “Mamá dice que espera con Sandra en el coche”.
Se va a dar cuenta de que pienso en otra cosa. No puedo evitarlo. La miro a los ojos y le digo: ¿Sandra dejaste a propósito tu pulsera en mi coche?
No responde. Siete años de matrimonio por dos meses de polvos. No me salen las cuentas.
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