Expuesta como cualquier película fotográfica a la luz de la verdad, mis sueños se ven rotos. Es el miedo el que escribe, él el que dota las frases de insensibilidad. A veces pienso que eso que mis guardianes de la corrección llaman falta de brillo, falta de chista o sosería, no es más que intimidación creativa, un bloqueo emocional que amenaza con destruir mi discurso narrativo. Y sin embargo otras veces, sucumbo al dolor de no ser lo que quiero ser, de no escribir lo que deseo escribir, de estar en el lugar equivocado. Me pregunto si alguna vez se han visto ellos expuestos a constantes críticas y cambios. ¿Alguna vez alguien ha puesto en tela de juicio sus palabras y les ha hecho creer que no tienen boca, no tienen voz, no tienen nada? Sé que ahora el calor del espacio que me rodea parece acrecentar está sensación de estupidez que me acompaña. Y sé que mañana todo se habrá calmado. Volverá esa fuerza inconsciente que me obliga a seguir intentándolo, así como mi nariz me obliga a volver a respirar tras segundos aguantando el aire en los pulmones.
Pero hoy desearía borrar estos sentimientos feos y oscuros que acompañan los minutos de mis últimos días y aunque busco soluciones pragmáticas que aplicar, no consigo creérmelas. ¿Alguien puede darme una palmadita en la espalda?, por favor.
martes, 16 de junio de 2009
¿Alguien puede darme una palmadita en la espalda?, por favor
Fotografía de Emil Schildt
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