La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él, me respondió mi hermana mientras le miraba con ternura. Los dos sabíamos que papá no había estado en ninguna guerra aunque en sus delirios las hubiera luchado todas. En los meses que estuvo ingresado no nos reconoció ni una sola vez. Incluso en una ocasión se cuadró al verme.
- Mi coronel las tropas están preparadas para el ataque, dijo.
- No esperemos más capitán, contesté ante la perpleja enfermera.
Antes de irme del hospital para recoger la ropa con la que le enterraríamos, le mire preguntándome que guerras me esperarían a mí. Su enfermedad era hereditaria.
1 comentario:
llego acá por un camino de curiosidad. Una gran sorpresa.
El texto es precioso.
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