Fotograma de "Du Levande" de Roy Andersson
Una mañana desperté y descubrí que todo era mentira. No fue una cigüeña la que me trajo colgada de su pico en una sabana blanca, no traía un pan bajo el brazo, ni venía de Paris. Baltasar mi rey mago favorito, no era mago, ni negro, ni había leído ninguna de mis cartas. Las encontré todas en el arcón de la abuela. Nunca se comió la fruta, ni se bebió el champán. Nunca vino a casa a verme, ni me besó mientras la ciudad dormía. Cuando estuve apunto de matarme al caer desde el balcón de la abuela, un quinto piso, no fue el ángel de la guarda el que me salvó sino los toldos de las vecinas. Papá y mamá no me veían desde el cielo, estaban bajo tierra, así es que como mucho veían las suelas de mis zapatos. Y la abuela no era mágica, ni podía curarme con un beso. El ratoncito Pérez no era más que un bote de cristal, en el que yacían como fósiles mis dientes de leche, que por cierto no eran de leche. Cuando me quise dar cuenta mi vida se vino abajo. Cayó hecha trizas sobre las zapatillas de cuadros que había a los pies de mi cama y que la abuela no había comprado sino robado en el chino de la esquina.
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