Ella había salido a caminar.
Él leía el periódico tomándose un café en la terraza de un bar.
A ella se le cayó un pensamiento, doblado, del bolsillo de su abrigo.
Él lo recogió y lo guardó en el suyo.
Ella se quedó pensativa mirando un árbol.
Él acabó su café, guardó el periódico y pagó la cuenta.
Ella miraba al suelo.
Él se acercó a ella.
Ella encontró los zapatos de él.
Él esperó la mirada de ella.
Ella era tímida y no miraba a los ojos.
Él le tendió el pensamiento.
Ella asustada le quitó las pinzas.
Él la miró confuso.
Ella abrió su bolso, guardó el pensamiento y sacó un pájaro.
Él sonrió y dibujó un laberinto.
Ella entró.
Él la siguió.
Ella dio un paso.
Él dio dos.
Ella se distrajo con el viento.
Él la adelantó.
Ella dudó un segundo.
Él sacó de su bolsillo unas migas de pan y fue sembrando el laberinto.
Ella recogió las migas, poco a poco, y las metió en el bolso.
Él iba delante.
Ella iba detrás.
Él se giró a mirarla.
Ella se dejó mirar.
Él sacó un minuto de su reloj y se lo dedicó.
Ella dibujó un tritón, un arroyo y una montaña.
Él la miró en silencio.
Ella sacó su cuaderno y le regaló un capicúa.
Él señaló una estrella y dijo: “es tuya”.
Ella lanzó medio sueño al aire.
Él dejó sonar sus pasos.
Ella le susurró “Nowhere man”.
Él tiñó el cielo de un color cobrizo.
Ella creyó haberse tragado unas mariposas.
Él se pellizco creyendo que no estaba allí.
Ella trazó un mapa en el aire.
Él dibujó dos soledades que se acompañaban.
Ella cerró los ojos.
Él fue escondido por el minotauro.
Ella creyó que aquello era una broma.
Él lo veía todo oscuro.
Ella abrió su bolso y vio un bosque de árboles de miga de pan, cientos de pájaros escondidos y bajo uno de esos árboles, a la sombra, le vio a él leyendo un periódico.
Él vio la luz y dejó de leer y desde el fondo del bolso disfruto del sol.
Ella supuso que aquello era el amor.
Él leía el periódico tomándose un café en la terraza de un bar.
A ella se le cayó un pensamiento, doblado, del bolsillo de su abrigo.
Él lo recogió y lo guardó en el suyo.
Ella se quedó pensativa mirando un árbol.
Él acabó su café, guardó el periódico y pagó la cuenta.
Ella miraba al suelo.
Él se acercó a ella.
Ella encontró los zapatos de él.
Él esperó la mirada de ella.
Ella era tímida y no miraba a los ojos.
Él le tendió el pensamiento.
Ella asustada le quitó las pinzas.
Él la miró confuso.
Ella abrió su bolso, guardó el pensamiento y sacó un pájaro.
Él sonrió y dibujó un laberinto.
Ella entró.
Él la siguió.
Ella dio un paso.
Él dio dos.
Ella se distrajo con el viento.
Él la adelantó.
Ella dudó un segundo.
Él sacó de su bolsillo unas migas de pan y fue sembrando el laberinto.
Ella recogió las migas, poco a poco, y las metió en el bolso.
Él iba delante.
Ella iba detrás.
Él se giró a mirarla.
Ella se dejó mirar.
Él sacó un minuto de su reloj y se lo dedicó.
Ella dibujó un tritón, un arroyo y una montaña.
Él la miró en silencio.
Ella sacó su cuaderno y le regaló un capicúa.
Él señaló una estrella y dijo: “es tuya”.
Ella lanzó medio sueño al aire.
Él dejó sonar sus pasos.
Ella le susurró “Nowhere man”.
Él tiñó el cielo de un color cobrizo.
Ella creyó haberse tragado unas mariposas.
Él se pellizco creyendo que no estaba allí.
Ella trazó un mapa en el aire.
Él dibujó dos soledades que se acompañaban.
Ella cerró los ojos.
Él fue escondido por el minotauro.
Ella creyó que aquello era una broma.
Él lo veía todo oscuro.
Ella abrió su bolso y vio un bosque de árboles de miga de pan, cientos de pájaros escondidos y bajo uno de esos árboles, a la sombra, le vio a él leyendo un periódico.
Él vio la luz y dejó de leer y desde el fondo del bolso disfruto del sol.
Ella supuso que aquello era el amor.
(para Azul)
Ilustración Sanna Annukka
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