jueves, 23 de febrero de 2012

Congo, el chimpancé




Pintura realizada por Congo, el chimpancé


"El mono de los bosques, convertido sucesivamente en mono a ras de tierra, en mono cazador y en mono sedentario, se ha transformado en mono cultural."

DESMOND MORRIS "El mono desnudo"


Desmond Morris es un zoólogo y etólogo inglés. En
1957 comisario una exhibición de pinturas y dibujos realizados por chimpancés en el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres. En ella incluyó las realizadas por un chimpancé llamado Congo. Pablo Picasso compró una de sus obras y defendió publicamente a Morris de aquellos que decían que el trabajo realizado por los monos no era arte.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El extraño caso del tejado robado I

Ilustración de Claudia Legnazzi


Parece que no hay nada fuera de lo corriente. El sol sale como cada mañana y atenúa el frío de la noche. La sombra del pequeño tren de juguete se refleja en el techo de la habitación mientras un oleaje de cabellos se enreda en el último resquicio del viaje que lleva al durmiente del sueño al despertar. Las agujas del reloj enloquecieron entre las dos y las tres de la mañana, pero nadie pareció darse cuenta. Un ruido blanco y opaco se escondió dentro del cajón de la mesita de noche y se tapó con la ropa interior mientras la lamparilla daba unos cuantos destellos que terminaron por fundir la bombilla.

El Sr Birdsong despierta a su cotidianeidad. Aún no lo sabe pero el tejado de la casa de enfrente ha sido robado. Cuatro hombres, con sus rostros cubiertos por máscaras de elefante, tiraron de él esta madrugada y lo arrastraron cuidadosamente. Las tejas aferradas unas a otras se deslizaron como una sábana y dejaron tras de si una estructura que simulaba un arpa de madera.

Muy pronto, el metódico y estirado Sr Birdsong, lo descubrirá pero antes de que lo haga se entretendrá observando un extraño fenómeno que le dejará atónito. En el suelo del salón, hay una larga fila de huellas polvorientas que le alertan de que alguien ha estado allí. Su libro de lectura ha sido cambiado de lugar. Y junto a la televisión hay una taza de loza blanca en la que un carmín rojo ha dibujado unos labios de mujer.

El Sr Birdsong permanece tranquilo, se acerca al armario y, poco a poco, saca los zapatos de sus cajas. Un par de babuchas idénticas a las que lleva, unos zapatos de charol pasados de moda, unas deportivas y unas chanclas de verano.

A parta las cajas que contienen los de su difunta esposa pero al hacerlo un par de ellos resbalan y caen junto a los que ya ha alineado en el suelo. Coge el zapato de tacón y se distrae haciéndolo bailar con uno de sus zapatos de charol. Recuerda aquellos días felices en que su mujer aún estaba en casa. Suena un vals, “Cuentos de los bosques de Viena” de Johann Strauss hijo. Suenan las gaitas y las flautas, e imitan la voz de los pájaros y un arpa simula ser un avestruz. De pronto cae en la cuenta, la suela de su zapato de charol coincide con las pisadas en el suelo, son suyas no cabe la menor duda aunque no las recuerde. Sabe con certeza que hace años que no usa ese par de zapatos. Entonces se acerca a la taza y la toma. La acerca y la aleja de sus ojos. La huele y más tarde pone sus labios sobre el rojo beso. Por un momento, no se ha sentido solo. Él al que cualquiera definiría como un hombre huraño, encerrado en si mismo, raro e incluso antipático, se echa a reír y lo hace como en las películas mudas, sin sonido alguno. Abriendo y cerrando la boca exageradamente.

Suena el aldabón de la puerta que le interrumpe. Tras de ella hay un hombre con un traje de chaqueta claro y un sombrero hongo. Birdsong duda si abrir o no. Él nunca recibe visitas y cree que el que llama debe haberse equivocado o tan sólo viene a importunarle con tontas preguntas que no querrá responder.

El hombre tras la puerta insiste, ha escuchado el sonido de la cafetera que pita avisando de que ha terminado con su trabajo, el café le advierte, hay alguien en la casa.

Birdsong se queda inmóvil y es entonces cuando tras el cristal de la ventana, sucio por la lluvia de hace días, descubre que el tejado de enfrente ha desaparecido.


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jueves, 16 de febrero de 2012

La creación



Ilustración de Nicoletta Ceccoli

Se descarga la mochila y la deja resbalar por la espalda. El avión de papel ha tardado menos de lo previsto en llegar. Sus hélices no se han detenido, y en cuanto ella ha puesto los pies en tierra el aeroplano ha vuelto a despegar. La pista está cubierta de polvos de talco, cualquiera juraría que es un folio.

Antes de comenzar el viaje ha recibido un mensaje cifrado y secreto. Las instrucciones son: paciencia. Debe esperar.

Al principio no le resulta difícil. Cuenta las puntas de sus dedos, primero las de las manos, más tarde las de los pies. Vuelve a contar las de las manos. Se descuenta. Comienza entonces con los de los pies. Y así durante un buen rato. Pero pronto se aburre. Entonces coge la punta de su bufanda y hace círculos. Uno de los flecos cae y dibuja en el suelo una pequeña línea roja. Se levanta y se pone a jugar con ella. La salta a la derecha y luego a la izquierda. Después la toma por las puntas, la derecha en la mano derecha y la izquierda en la izquierda y salta a la comba. La agitación dibuja inmensas olas en los polvos de talco. Ella no se detiene, acaba de dibujarse un océano. Un pez blanco aparece, da una pirueta y vuelve a sumergirse.

Baja del columpio y con la cuerda roja construye unos prismáticos. Los coloca en sus ojos y espera ver un pez más. Pero por mucho que espera no lo ve.

Se le ocurre algo. Se acerca a una de las esquinas de la pista y la levanta. Saca unas tijeras del bolsillo y arma un columpio. Ata la cuerda roja en él. Se sienta y se balancea. El tiempo sigue pasando y allí no aparece nadie. Inquieta camina en línea recta hasta el otro lado de la pista. Levanta la esquina que encuentra y como si fuera una manzana le da un gran bocado. Aparece entonces una cadena montañosa. A saltos la recorre de una cima a otra. Pero le parece demasiado sencillo. Conquistadas todas las cumbres pierde el interés. Decide marcharse al centro de la pista. Ata la cuerda en la mitad y estira con todas sus fuerzas. Así crea una montaña muy alta. !Necesitará bastante tiempo para subirla! Piensa que para cuando descienda ya habrán pasado a por ella. Pero cuando lo hace, se da cuenta de que allí abajo no hay nadie. Bueno, aún le quedan un par de esquinas. Se acerca a la tercera y encuentra una sorpresa, descubre que empieza a estar enfadada. Le aburre esperar. Esculpe un árbol y trepa a sus ramas. En cada una de ellas encuentra un reproche. Esto empieza a no gustarle.

Ve la única esquina virgen que le queda y con el ceño fruncido la mira pensativa. De un salto va hacia ella. Recorta un rombo. Regresa al árbol y corta cuatro ramas. Las envuelve con el rombo y ata como cola la cuerda roja. La cometa se mantiene inmóvil. Cada vez está más nerviosa y eso agita su respiración, ésta se transforma en viento y éste vuela la cometa con ella cogida a la cola. Comienza a elevarse sobre la pista. Y sube muy alto. Mira hacia abajo y se da cuenta de que el vacío de la pista ya no parece tan vacío. Ahora hay un océano, un columpio, una cadena montañosa, una gran montaña y un árbol. Fija más la vista y ve a una mujer vestida de blanco que se acerca a su mochila. Debe ser la persona a la que espera. Grita para llamar su atención. Pero las nubes amortiguan el sonido y lo hacen inaudible. La mujer de blanco mira a su alrededor y comienza a esperar. Mira las puntas de los dedos de su mano y comienza a contar. Una, dos, tres…pero se cansa.


domingo, 12 de febrero de 2012