jueves, 26 de febrero de 2009

No te creas nada


Fotograma de "Du Levande" de Roy Andersson

Una mañana desperté y descubrí que todo era mentira. No fue una cigüeña la que me trajo colgada de su pico en una sabana blanca, no traía un pan bajo el brazo, ni venía de Paris. Baltasar mi rey mago favorito, no era mago, ni negro, ni había leído ninguna de mis cartas. Las encontré todas en el arcón de la abuela. Nunca se comió la fruta, ni se bebió el champán. Nunca vino a casa a verme, ni me besó mientras la ciudad dormía. Cuando estuve apunto de matarme al caer desde el balcón de la abuela, un quinto piso, no fue el ángel de la guarda el que me salvó sino los toldos de las vecinas. Papá y mamá no me veían desde el cielo, estaban bajo tierra, así es que como mucho veían las suelas de mis zapatos. Y la abuela no era mágica, ni podía curarme con un beso. El ratoncito Pérez no era más que un bote de cristal, en el que yacían como fósiles mis dientes de leche, que por cierto no eran de leche. Cuando me quise dar cuenta mi vida se vino abajo. Cayó hecha trizas sobre las zapatillas de cuadros que había a los pies de mi cama y que la abuela no había comprado sino robado en el chino de la esquina.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Un sueño

" Sol Ardiente de Junio" de Frederic Leighton (Scarborough 1830-Londres 1896) Pintor de la Escuela clásica de la pintura victoriana.


"Fue entonces cuando empecé a traicionarla. No es que fuera por ahí contando sus secretos o poniéndola en evidencia. No revelé nada que hubiera que mantener oculto. Al contrario: mantuve oculto lo que debería haber revelado. Me negué a admitir su existencia. Sé que negar a alguien es un tipo más bien inofensivo de traición. Desde fuera no se aprecia si uno está negando a alguien o simplemente pretende ser discreto o considerado o sólo intenta evitar situaciones delicadas o molestas. Pero el que niega a otro sabe muy bien lo que hace. Y negar una relación es una manera de socavarla tan grave como otras formas de traición más espectaculares."

Bernhard Schlink

En mi sueño confundo el invierno con la primavera mientras un pájaro carpintero esculpe mi cerebro y el viento susurra “Into the Woods” de Polly Paulusma.
Él ha vuelto de su viaje, yo paseo ensimismada a mis ratones, que son blancos y negros como las cebras y las plantas no me piden agua sino a Julie London.
Aparece un ser desconocido que dice llamarse Ludwig. Dice que vive en una casa junto al parque. No sé muy bien a que parque se refiere pero no le pregunto. Me cuenta que tiene dos sillas forradas en piel de color oxido y que nunca se sienta en ellas porque su función es reflejar la luz que entra por la ventana. Ludwig tiene los ojos rasgados y parece mayor, pero no sabría precisar su edad. De repente entra en el sueño una mujer que lleva una bandeja en las manos y en ella dos walkman. La mujer se acerca a nosotros parsimoniosa y nos dice que nuestro desayuno está listo. Ludwing coge un walkman, coloca los auriculares en sus oídos y con la mirada me inquiere para que haga lo mismo. Extiendo mi mano y cojo el walkman que Ludwing ha dejado para mí. Al ponérmelo escucho “Cry me a river”.

Ahora mientras transcribo mi sueño, pienso que para desayunar hubiera preferido tomar a Julie London con “Fly me to the moon” y sentirme Barbarella por unos minutos, tal vez tres con tres, pero ya sabes aunque dicen que uno se inventa sus sueños mientras duerme, a mí no me han dejado elegir canción.

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Qué ropa le ponemos?

Ilustración de Citlalinushka Mirnanovka

La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él, me respondió mi hermana mientras le miraba con ternura. Los dos sabíamos que papá no había estado en ninguna guerra aunque en sus delirios las hubiera luchado todas. En los meses que estuvo ingresado no nos reconoció ni una sola vez. Incluso en una ocasión se cuadró al verme.

- Mi coronel las tropas están preparadas para el ataque, dijo.
- No esperemos más capitán, contesté ante la perpleja enfermera.

Antes de irme del hospital para recoger la ropa con la que le enterraríamos, le mire preguntándome que guerras me esperarían a mí. Su enfermedad era hereditaria.

lunes, 16 de febrero de 2009

La historia y su memoria


Ilustración de Enki Bilal

"No sabemos nada y eso es lo fascinante." Wislawa Szymborska

No creo que nadie tenga derecho a opinar sobre los demás, sobre su vida, sobre sus actitudes frente a esta, sobre nada en general. A veces pienso que no podemos opinar ni de nosotros mismos. Pero ella, mi amiga, no era así. Ella creía que la opinión forjaba la historia. Que había que participar de una forma activa en esa película que otros escriben interpretando lo que sucede, sucedió y sucederá. Y que más tarde llega a nuestros hijos, sobrinos, hijos de vecinos, sobrinos de vecinos… en forma de manual escolar, cuyo contenido repasamos con ellos antes de que se vayan a la cama y que les explicamos pacientemente como antaño les contábamos cuentos. Después apagamos la luz de la lamparilla de noche y salimos a tientas, rumbo a nuestra versión de la historia para adultos, una versión más sesuda, llena de críticas y pensamientos que lejos de llevarnos a la reflexión nos adoctrina. Un libro de tapas duras que por su aspecto solemne parece esconder la verdad, la única verdad.

Eso le había escrito yo en un e-mail a primera hora de la mañana, aún a sabiendas de que caería en saco roto. Ella era una extraña mezcla, un amasijo de contradicciones. Bajo su larga melena, camuflada entre las raíces de su pelo, escondía la rabia, la desilusión y de alguna manera el fracaso. Mirándola descubría que ni ella misma lo sabía. Había trabajado tanto justificándose que ahora era difícil explicarle que todo lo que contaba no era cierto. Que había modificado los hechos a su antojo y que lo había hecho de un modo inconsciente.
Cómo explicarle que la memoria no es fidedigna con los hechos y con ello poner en tela de juicio todo lo que cree poseer, su pasado. Cómo hacerle aceptar que la misma historia vivida y contada por dos personas diferentes es radicalmente distinta. Que cuando hablas con tus hermanos, tíos, abuelos, durante una merienda de domingo, sobre lo que pasó el verano de 1995, hay tantas versiones como personas sentadas a la mesa. El abuelo que cuenta un detalle que tú has olvidado por completo. El tío que duda de lo que tú cuentas. Tú que intentas aunar datos y consigues un puzzle incomprensible que olvidaras en un par de tardes más.
Y cómo seguir viviendo sabiendo que la solidez de las cosas es relativa, originariamente relativa desde que se teorizara en 1905.

Algunas noches mientras cuento estrellas esperando el sueño pienso en Kepler, en el niño que con cinco años observó un cometa y con nueve un eclipse de luna. Hijo de un mercenario y de una curandera que regentaba una casa de huéspedes y que fue acusada de brujería. Y reflexiono sobre la estrella de Belén, la supernova que tuvo lugar el año 5 a C, cuya luz fue observada por los astrónomos chinos contemporáneos, y que vino precedida en los años anteriores por varias conjunciones planetarias en la constelación de Piscis. Esa supernova que estalló millones de años atrás y cuya luz no llegó a la tierra hasta ese año.
Pienso en mi amiga, en mí, víctimas ambas de una explosión de hechos acontecidos en el pasado y de los que vemos la luz ahora, muchos años más tarde.

lunes, 2 de febrero de 2009

El abominable hombre intelectual del siglo XXI

Fotografia de Loretta Lux
Nacida en 1969 en Dresde. Sus fotografías de niños tienen un halo hipnótico que consigue conmover a quién las observa. http://www.lorettalux.de/

Uno se duerme con la convicción de que tras ocho horas reparadoras volverá a amanecer idéntico a como anocheció pero no siempre es así. Los sueños hasta los más ínfimos dejan pequeñas marcas, es cierto que algunas de ellas son imperceptibles, pero no lo duden, son.
El tiempo las fragua, las configura lentamente y con manos transparentes coloca una huella y luego una segunda y una tercera, tal y como sucesivamente se coloca un ladrillo encima de otro hasta construir un castillo.
Y un día después de cien, uno se mira al espejo y se da cuenta de que la escultura de carne y hueso que allí se refleja es desconocida. Guiñas un ojo y después el otro en un afán por reencontrarte. Pero no, quedas a oscuras frente a esa superficie pulida en la que la luz cumple las leyes de la reflexión. Y así, pensativa, sin saber muy bien que decirte a ti misma decides seguir adelante. ¡Qué más da! - te dices - al fin y al cabo ¿a quién le importa?
Lo que voy a relatarles puede parecer estúpido y tal vez lo sea pero también la estupidez merece cierta atención de vez en cuando.
Fue un nublado día de invierno, un día gris como tantos otros. Aún no llovía pero amenazaba con hacerlo. Mi hermana llamó por teléfono para decir que no vendría a comer. Las cosas según dijo se le habían complicado en la oficina. Trabajaba en una galería de arte al mandato de uno de esos amantes de la cultura, que leen todas las novedades literarias, ven todos los estrenos cinematográficos y escuchan todos los discos que salen al mercado y que además tienen tiempo para salir a cenar con sus amigos, viajar los fines de semana a lugares recónditos e incluso desarrollar proyectos propios. Uno de esos que saben llenar las conversaciones de palabras vacuas y que con su sola presencia acelera el reloj de los demás. Como diría mamá: “un asco de tipo”. De ella les hablaré más tarde.
Lo cierto es que recibí la llamada de Elsa con una enorme anemia emocional. A veces me ocurre. Llega de repente sin ningún síntoma que la anuncie. Se cierne de pronto como lo hace el cernícalo y ni mis cuarenta bayas Goji al día, consiguen alejarla. Me pregunto si Li Quing Yuen, en sus 252 años de vida, se arrepintió alguna vez de que su sopa de cerezas le hiciera casi inmortal.

Elsa mi hermana mayor trabaja en una galería de arte llamada “Li Gallery”. Siempre me he preguntado el porque de ese nombre, por qué no termino de creerme que el banal de su jefe lo eligiera, como el mismo afirma, por el concepto de la filosofía china.

- ¿No me digas que no conoces la Dinastía Shang y “El libro de los cambios”?
Elsa, tu hermana me deja de piedra. Pues sí, te explico: “Li” es el concepto de principio. Pensé que como era mi primera incursión en el mundo del arte ese era un nombre apropiado para la Galería. Bueno, os dejo. Ya sabéis lo tediosas que resultan las inauguraciones pero uno ha de cumplir con sus compromisos.
- Uy, hola Álex. ¿Has venido solo? Sí, tienes razón la galería me ha quedado estupenda.

“! Qué agonía!” pensé entonces mientras se alejaba de nosotras y sigo pensándolo ahora mientras le recuerdo mirando por esta ventana que da al parque.
El abominable hombre intelectual del siglo XXI. Yo apostaría mi alma a que Li es su edad en números romanos, claro que ese concepto vende mucho menos.

La mañana del 11 de abril a eso de las 13:30 Elsa llamó hecha un flan. No podía comer conmigo porque Mr Li le había pedido que le acompañara en una comida de crucial importancia para el negocio. Desde Nueva York llegaba uno de los pintores más reconocidos del momento. Casualmente, su marchante era amigo de la infancia del jefe de mi hermana y así como quien no quiere la cosa habían organizado un encuentro casual en uno de los restaurantes más chic de la ciudad. Ambos se saludarían con asombro y el marchante les invitaría a sentarse y comer con ellos. Les presentaría al polifacético, increíble e insuperable “Sirelula”.

“Vete pensando en un proyecto para proponerle” - le dijo Mr Li a mi hermana. “Ya sé que apenas tienes tiempo pero no te quejes, haz el favor, para eso te pago ¿no?”
Y continúo: “Será durante el postre. Así que tienes los dos primeros platos para fabular y dar con la propuesta.”